Artistas sin obra y el blanco de Kandinsky > Parte 1

«Estuvo un rato contemplando el papel como un bobalicón. La telepantalla estaba transmitiendo una música militar estridente. Era curioso: no sólo parecía haber perdido la capacidad de expresarse, sino que había olvidado de que quería hablar ».1

 

El blanco

Escribió Kandinsky que, del blanco, emerge un gran silencio, no un silencio muerto, sino un silencio profundo y lleno de posibilidades. El blanco como símbolo y antesala de la creación, como estandarte del vacío creativo, del bloqueo anímico, de la no-inspiración; es también una presencia ausente, invisible y aparente al mismo tiempo, tejida de ideas inconclusas, congeladas, autocensurades.

«¿Cuántos sueños, sistemas de pensamiento, intuiciones y frases realmente nuevas se han escapado de la escritura?» 2

«Transcurrían los segundos y sólo tenía conciencia de la blancura del papel delante de los ojos, el escozor de la piel en el tobillo, el alboroto de la música y una leve embriaguez producida por la ginebra». 3

 

La síntesis, la pureza, la inocencia, la bondad, la honestidad… Blancos inertes, y blancos dinámicos. Es el blanco un color, un no-color, un estado de ánimo, un principio abrumado por todos los colores de la luz?

 

«Se había preparado para este momento durante semanas y no le había pasado por la cabeza que le necessitaría algo más aparte del coraje. El hecho mismo de escribir, había creído que sería fácil. Sólo tenía que trasladar al papel el interminable e inquieto monólogo que le bailaba por la cabeza desde hacía, literalmente, unos cuantos años». 4

Con esta determinación, ciega y temblorosa, se enfrenta Winston Smith —el protagonista de la distopía orwelliana— en las páginas de su cuaderno en blanco. Seducido por la osadía heroica de romper su silencio, y preso de un fuerte sentimiento de pánico y confusión, se dispone a iniciar su diario…

 

 

Pasos perdidos en la nieve

De todas las ideas que transitan por los márgenes como pasos perdidos en la nieve, de las renuncias creativas, de las resistencias, de las obras posibles pero inexistentes, de las vidas esculpidas como obras de arte… De estas y otras sutilezas nos habla Jean Yves Jouannais en su mítico ensayo —tan inspirador como espeso Artistas sin obra: I prefer not to, publicado por primera vez en 1997.

 

«No producir, producir apenas o producir sin mostrar son, pues, decisiones que no se limitan a una simple casuística moral… sino que evidencian una estrategia política». 5

 

«Me quedé sentado un rato en perfecto silencio, intentando rehacer mis aturdida facultades. Inmediatamente se me ocurrió que las orejas me habían traicionado o que Bartleby no había entendido lo más mínimo lo que le quería decir. Repetí la demanda de la manera más clara que supe. Pero, con una similar claridad, me llegó la misma contestación:

—Prefiero no hacerlo». 6

«—Prefiero no hacerlo —Repetí como un eco, mientras me levantaba excitadísimo y cruzaba la estancia de una zancada—. ¿Qué queréis decir? ¿Estáis loco? Quiero que me ayudéis a repasar esta hoja… tened —y se la lanzó.

—Prefiero no hacerlo —dijo». 7

 

Era Bartleby un soñador silencioso, un artista sin obra, un poema existencial, surrealista, un antihéroe visionario que nos advertía de las miserias del mundo material?

Su imperturbable y desconcertante resistencia a la acción, expresaba, desde el fondo de su alma, una disidencia moral, política, filosófica… llena de sensatez y de inteligencia poética? Un grito de desolación en busca de afecto y atención, una declaración de amor nunca confesada?

 


Ilustración de Javier Zabala dentro de; Bartleby, l’escrivent, Herman Melville, de Nórdica Libros

 

De poemas y poetas

Así como Gil de Biedma reconocía que hubiera querido ser poema en vez de ser poeta, y tal como Sócrates, no dejó ni una sola línea escrita, Félicien Marboeuf (ciertamente, los tres leyendas, y los tres varones), fue —en palabras de Proust — «el más grande escritor que no publicó nunca ninguna obra».

«La página se ha acostumbrado a que usted calle ante él y, sin embargo, con qué fuerza me gustaría proclamar que, entre los literatos de siglo, es usted el más grande, el más justo, el más original. Su silencio encierra más inteligencia y profundidad que el ruido de muchos fabricantes de palabras «. 8

 

De Félicien Marboeuf (1852-1924), este excéntrico y erudito literato que inspiró el personaje de Fréderic Moreau en La educación sentimental de Gustave Flaubert, no nos ha quedado más obra que su extensa y apasionada correspondencia con Marcel Proust, y la influencia que ésta tuvo sobre la gestación de En busca del tiempo perdido —una de las obras más preciadas de la literatura francesa.

«Félicien Marboeuf tenía una concepción de la literatura tan idealizada que nunca pudo creer que un hombre, cualquiera que fuera, pudiera un día tener el genio suficiente para darle forma. En suma, fue por una ambición intelectual excesiva e inhumana, y no por falta de genio, por lo que Félicien Marboeuf se autoimpuso la no producción». 9

 

«Cuántas inteligencias han permanecido libres, dedicadas simplemente a nutrir y embellecer una vida, sin someterse nunca al servil proyecto de urdir una estrategia para producir o para obtener reconocimiento o publicidad?» 10

 

Fue el Sr.Marboeuf un verdadero artista sin obra, un perfeccionista enfermizo, el último dandy, locuaz y seductor, de su especie? O, puestas a elucubrar; un pícaro y majestuoso embuste de ficción del Sr. Jouannais que tomó vida propia?

 

 

1, 2 ,4; 1984, George Orwell, Edicions 62 / 2, 5, 8, 9, 10, Artistas sin obra: I would prefer not to, Jean-Yves Jouannais, Ed. Acantilado / 6, 7; Bartleby, l’escrivent, Herman Melville, de Nórdica Libros